jueves, 28 de noviembre de 2013

Pensamientos acerca de tres funciones musicales en New York durante noviembre de 2013

20 de noviembre
 

Die Frau ohne Schatten

Tuve la suerte de asistir a esta producción cuando se estrenó hace diez años En mi opinión Herbert Wernicke, realizó con esta ópera la mejor producción de la época del anterior gerente general del MET, Peter Volpe. Hace diez años los cantantes no estuvieron, de nuevo en mi opinión, a la altura de la ópera y de Wernicke. Esta vez se conjuntó un excelente grupo de solistas entre los que destacaron Christine Goerke como la esposa de Barak, el barítono (no bajo como en Bellas Artes hace año y medio) Johan Reuter y Torsten Kerl como el emperador. Ildikó Komlósi fue una buena nodriza, tal vez demasiado atractiva para el personaje y Anne Schwanewilms fue una pequeña decepción como la emperatriz. Todos los personajes secundarios fueron magníficamente interpretados y fue notable el brillo que dieron a la función los varios grupos de personajes como el de las sirvientas, las voces de los no nacidos y, muy especialmente el de los guardias nocturnos. Aquí el halcón fue un magnífico mimo que imitaba los movimientos del ave con una calidad excepcional  (no volando como Bellas Artes hace año y medio). El héroe de la función fue Vladimir Jurowski quien logró llevar a buen puerto y sin  sobresalto la enorme orquesta que usa Strauss (más de 100 músicos), que incluye celesta  y un grupo de instrumentos de percusión poco usuales en una orquesta de ópera, Wagner incluido.
 

La producción es hermosa. Los humanos viven en un taller típico de un tintorero (no lava sino entinta tela) y los del reino de Keikobad  en una pirámide trunca de espejos, vista desde la base. La iluminación es de una belleza anonadante. Estoy seguro que no se diseñó considerando una transmisión televisiva o filmación de la misma, pues hay momentos de una luminosidad intensa que casi enceguece en el teatro. Un filtro haría que gran parte de los efectos de colores y diseños de la iluminación no fueran visibles en una pantalla. Esta es la única razón válida, en mi opinión otra vez, para que Gelb le recetase a los aficionados a las transmisiones LIVE HD from the MET, Tosca y no esta ópera (ambas se presentaron en las matinés de sábados de octubre). Otras razones posibles serían: “shabby little shocker” tiene más mercado de FROSCH, el nuevo público “quiere” óperas sobadas al máximo, o “mejor paso Tosca y no les dejo ver lo que Volpe hizo muy bien”.   
 

21 de noviembre
 

L’Allegro, il penseroso ed il moderato”
 

El White Lights Festival de Lincoln Center incluyó este espectáculo teniendo como objetivo la presentación del Mark Morris Dance Group (MMDG) que es, probablemente, el grupo de danza moderna más importante en New York hoy día.

El coreógrafo y director del grupo, Mark Morris, decidió usar la oda inglesa de Handel, incluyendo a cuatro muy buenos cantantes, las sopranos Dominique Labelle y Yulia van Doren, el tenor John McVeigh (quien cuenta con un cv muy importante cantando ópera en todo el mundo) y el bajo– barítono (término acuñado por Wagner pero que normalmente es bajo, aunque lo haya dicho el maestro) Douglas Williams. La orquesta formada ad hoc para las presentaciones del MMDG no es una orquesta barroca, pero sí fue excelentemente dirigida por el especialista Nicholas McGegan.

Handel fue el rey del auto préstamo musical, por ejemplo esta obra tiene música usada en sus cantatas italianas y en Rinaldo, al menos es lo que detecté.   Debo decir que el espectáculo me fascinó, todo el cuerpo de danza es fantástico, las bailarinas graciosas a más no poder y los bailarines, pues también. No soy aficionado a la danza pero se me hizo muy interesante y bello la fusión entre texto, música y danza lograda por el coreógrafo y ejecutada por el grupo.

Como anécdota diré que el zoológico que asiste a este tipo de espectáculos es muy diferente al de la ópera o de la música de concierto. El de hoy fue bastante desinhibido. Eso sí, tan aplaudidor como los otros.
 

En resumen acerté al decidir venir a este espectáculo.
 

22 de noviembre
 

Der Rosenkavalier
 

Esta ópera sería perfecta si se le cortasen al menos 75 minutos. El libretista Hugo von Hoffmannstahl tenía una necesidad biológica que compartieron en su momento Fidel Castro, Hugo Chávez y, si se acuerda, Luis Echeverría. Esta necesidad consiste en usar las más palabras posibles para decir una idea. Sucede lo mismo con sus otras colaboraciones con Strauss (FROSCH incluida).

La segunda mitad del segundo acto y dos terceras partes del tercero son tediosos y normalmente vulgares; el director de la reposición, Robin Guarino hizo honor a su apellido manifestándose como guarro al introducir como personaje silente a un médico con una gran jeringa persiguiendo a Lerchenau  para curarlo de la “herida” que le infligió Octavio. Lo único rescatable musicalmente  de estos fragmentos  es el  famoso “vals del caballero de la rosa” que se tocaba muy frecuentemente en los salones ingleses durante la primera guerra mundial.

El primer acto, la entrada del caballero de la rosa y su encuentro con Sophie y los últimos 20 minutos del final son, en cambio, absolutamente maravillosos. Contando con la bella producción de Nathaniel Merrill estrenada hace 44 años, vulgarizada en esta ocasión por el guarro, Edward Gardner dirigió musicalmente esta ópera en la que destacaron vocalmente la vienesa Martina Serafin como la Mariscala y la joven americana Erin Morley quien substituyó d emergencia a Mojca Ernman como Sophie. Por cierto, no creo lo de la enfermedad de la alemana, algo más debe haber pasado.  Tanto Peter Rose como Ochs, Ox habría que llamarlo por su comportamiento, Hans– Joachim Ketelsen como Faninal y Eric Cutler como el cantante italiano tuvieron una muy buena interpretación tanto cantando como actuando.
 

Resultado de mi visita de noviembre a New York
 

Mi escapada de noviembre a New York fue muy satisfactoria en realidad, aunque no lo parezca por mis quejas. ¿Qué sería si la vida fuera felicidad o tristeza continuamente? Lo que sea pero “no vida”, así es todo en este mundo, y esto se agudiza cuando apreciamos algo que nos apasiona. Lo que es grave realmente es la pérdida de nuestra capacidad crítica, especialmente si tenemos los conocimientos para poder hacer comparaciones. Y esto vale para todo en la vida.